Alimentos
Más de 800 millones de personas, un 11 por ciento de la población mundial, pasa hambre. La Organización Mundial de la Salud culpa a los conflictos y a los impactos relacionados con el cambio climático por los recientes aumentos en malnutrición e inseguridad alimentaria. Pero gracias a la revolución verde, hoy en día menos personas pasan hambre que en los 1970, aunque la población mundial se haya casi que duplicado.
No obstante, necesitamos producir aún más alimentos para satisfacer la creciente demanda. Cada día, 225.000 personas más se sientan a la mesa a cenar. Y cada día, casi 500.000 personas se suman a la clase media mundial, en las que su dieta incluye más productos cárnicos y lácteos, cuya producción requiere más recursos naturales.
Un desafío aún mayor es aumentar el acceso a los alimentos. La mayor parte de la gente está hambrienta porque no cuenta con los medios físicos o económicos para producir alimentos. No debemos destruir el sustento de dos mil millones de personas que dependen de pequeñas explotaciones agrícolas. Y no podemos seguir degradando el medio ambiente, especialmente ahora que el cambio climático afecta la manera cómo cultivamos productos agrícolas esenciales.
La inseguridad alimentaria es claramente un reto para la salud y la subsistencia. También puede desestabilizar comunidades, impulsar desplazamientos y socavar Gobiernos. Por tanto, es una funesta amenaza para la estabilidad nacional, regional y mundial.
Campo de maíz dañado por sequía
Los tallos de maíz poco desarrollados muestran los efectos de un período prolongado de calor y sequía en una granja en el sur de Wisconsin, Estados Unidos.
El suelo cultivable es un valioso recurso natural.
Desde el año 2000, la adquisición de tierras a gran escala, también conocido como acaparamiento de tierras, se ha disparado. Los inversores públicos o privados compran o arriendan extensiones de tierra a Gobiernos de países en vías de desarrollo, que afirman ser los propietarios, aunque las tierras pueden haber sido utilizadas por grupos locales, a veces desde hace siglos. Estos acuerdos privan a las poblaciones indígenas, los agricultores locales y los ganaderos de su fuente de subsistencia, mientras que las tierras son utilizadas para la producción de cultivos de exportación.
Cerca del 80 por ciento de la población camboyana vive en zonas rurales y depende de la agricultura. En los noventas, el Gobierno abrió la economía de Camboya y ofreció grandes extensiones de tierra a inversores del sector privado, quitándoselas a pequeños granjeros que no contaban con la documentación legal para reclamar sus derechos sobre la tierra y agravando la desforestación masiva en algunas áreas.
Los camboyanos han protestado en todo el país por estos acuerdos, que han afectado a casi 800.000 personas desde el 2000. Las autoridades estatales han reprimido violentamente las protestas y, en algunos casos, la gente ha sido asesinada o encarcelada de forma ilegal. En 2014, los ciudadanos de Camboya presentaron una demanda ante la Corte Penal Internacional, alegando que la elite dirigente había cometido crímenes contra la Humanidad. En septiembre de 2016, la Corte anunció que daría una consideración especial a los crímenes de destrucción ambiental y al despojo ilegal de tierras, lo cual podría respaldar el caso de los camboyanos.
Camboya: acaparamiento de tierra
La agricultura no sostenible degrada el medio ambiente
No solo no hemos conseguido eliminar el hambre, sino que además hemos degradado ecosistemas críticos para la seguridad alimentaria.
- El proceso de producir alimentos genera una cantidad significativa de emisiones, contribuyendo al cambio climático, el cual, a su vez, deteriora los insumos más importantes de la agricultura: suelo y agua.
- El desmonte de tierras para la agricultura es responsable de un 80 por ciento de la desforestación mundial; esto no solo contribuye al cambio climático, también amenaza la biodiversidad y los ecosistemas.
- La agricultura degrada la tierra que utiliza. Estudios han mostrado el declive de la productividad en aproximadamente el 20 por ciento de nuestra tierra cultivada, 22 millones de km², un área mayor a dos veces el tamaño de Europa.
- Cerca del 70 por ciento de toda el agua dulce que extraemos se utiliza para el riego, en su mayoría de manera no sostenible. Y el bombeo excesivo de los acuíferos está provocando que los niveles freáticos caigan precipitadamente en muchas áreas.
Gran parte de los alimentos que producimos, con un gran impacto en el medio ambiente, no llegan a consumirse.
¿Cómo amenaza el cambio climático la seguridad alimentaria?
La seguridad alimentaria en tiempos del cambio climático
En este vídeo, expertos discuten el papel que desempeña el cambio climático como multiplicador de conflictos. Entre los aspectos claves están los shocks en la producción de alimentos y la desintegración de los sistemas de subsistencia, que ejercen cada vez más presión sobre las poblaciones locales que dependen de las actividades agrícolas. La restauración del terreno, la mitigación del cambio climático y los sistemas de advertencia temprana se pueden apoyar con una gobernanza mundial efectiva con el fin de reducir los riesgos para la paz relacionados con el clima.
La entrevista se llevó a cabo en la Conferencia de Seguridad Planetaria (Planetary Security Conference) de la La Haya, 5-6 de diciembre de 2016.
El vídeo está en inglés.
India, 2012
Un vendedor de verdura lee un periódico y espera a que lleguen clientes en el viejo mercado de la ciudad.
En 2010, el suroeste de Rusia fue azotado por su sequía más grave en 130 años, produciendo olas de calor e incendios que destruyeron las cosechas de grano. Para controlar los precios dentro del país, el Gobierno ruso prohibió las exportaciones, lo cual hizo que se disparará el precio del grano. Las subidas de los precios generaron protestas en los países que dependían de la importación de cereales, alterando los regímenes políticos de Oriente Medio y África del Norte.
En Egipto, una combinación de dependencia de la importación, pobreza y un prolongado descontento socioeconómico y político dieron pie a la tormenta perfecta. Egipto es el mayor importador de trigo del mundo, adquiriendo de otros países el 60 por ciento del grano consumido nacionalmente. Cuando la sequía azotó Rusia en 2010, este país era el principal exportador de grano a Egipto.
Los desorbitados precios de los alimentos, que aumentaron casi un 20 por ciento en un solo año, tuvieron efectos devastadores para los hogares egipcios, que gastan hasta un 50 por ciento de sus ingresos en alimentos. El Gobierno gastó un 8 por ciento de su PIB en subsidios para pan en 2010 y 2011, pero incluso este enorme gasto no consiguió paliar la escasez de pan. Debido a la mala gestión y la corrupción, los subsidios no lograron ayudar a los más pobres y dieron lugar a un crecimiento del mercado negro del grano. La escasez desató un arraigado descontento hacia el Gobierno egipcio, y durante la Primavera Árabe a principios de 2011, millones de egipcios se tomaron las calles para expresar su frustración y pedir pan, libertad y justicia social.
¿Podemos alimentar el mundo?
Nuevas tecnologías y mejores prácticas agrícolas podrían ayudar significativamente a aumentar la productividad dentro de los límites medioambientales. Pero para alinear los incentivos comerciales con el bien público, los Gobiernos tendrán que intervenir.
Los pequeños agricultores suelen estar marginalizados y son muy vulnerables al cambio climático. Los Gobiernos pueden ayudar a los agricultores a asegurar sus tierras, evitar prácticas comerciales injustas, comprar fertilizantes y otros insumos y acceder a servicios y mercados. Además, las políticas nacionales e internacionales deberían incentivar los esfuerzos de los agricultores para proteger y restaurar el medio ambiente y prepararse contra los desastres.
El refuerzo de los lazos entre las áreas rurales y urbanas puede tanto aumentar la seguridad alimentaria urbana como dar acceso a los servicios urbanos a la gente rural sin obligar a los granjeros a trasladarse a las ciudades.
El cambio climático va a hacer que el abastecimiento y los precios de los alimentos sean más volátiles. Tenemos que desarrollar mejores maneras de predecir y gestionar esta volatilidad. Además, deberíamos intentar aumentar la resiliencia de los países que dependen de la importación de alimentos y desarrollar planes de contingencia para gestionar los riesgos globales y prepararnos para alteraciones importantes
Las graves sequías en el estado indio de Maharashtra han conducido al suicidio a cientos de agricultores que eran incapaces de mantener a sus familias o pagar sus deudas. Los cultivos comerciales de la región, como la soja o el algodón, requieren importantes cantidades de fertilizantes y pesticidas y los agricultores tienen que endeudarse para obtenerlos.
El clima, cada vez más variable, aumenta los riesgos de perder sus cosechas y no poder saldar estas deudas. Para aumentar la resistencia a condiciones climatológicas adversas y mejorar la seguridad alimentaria, la organización sin ánimo de lucro Swayam Shikshan Prayog ayudó a más de 20.000 mujeres agricultoras y a sus familias a adoptar un modelo de agricultura agroecológica y resistente al clima que da preferencia a sus necesidades nutricionales.
Las mujeres cambiaron a métodos más sostenibles de manejo del agua y de los fertilizantes y cultivaron para el consumo de sus familias, vendiendo únicamente los excedentes. La iniciativa, que integró nutrición, agricultura sostenible y cuestiones de género, ayudó a que esas mujeres y sus familias fueran más resilientes durante las sequías. Reconociendo el crucial papel de las mujeres para el sustento de sus familias, la iniciativa mejoró la seguridad alimentaria, la fertilidad del suelo, la biodiversidad agrícola y los ingresos.